Muchas son las luces que marcan el camino de nuestra vida, pero dicen que sólo una nos conduce al paraíso.
Existen muchos paraísos, pero ninguno es eterno.
¿Es el paraíso una realidad onírica o es en realidad un mundo somático?
Un mundo tan real como la suave brisa que excita al mar o como la dulce roca de mineral salado,
como el misterioso verde del profundo bosque.
Un mundo lleno de momentos suspendidos.
Momentos que apresar, al suave vuelo de nuestro caminar.
Todo un cúmulo de elementos vitales, repletos de formas, curvas y esencias, que nos envuelven sin darnos cuenta.
Elementos que suspiran erotismo hasta en lo más profundo de sus poros.
Una belleza obviada y despreciada por una sociedad que avanza desmesuradamente hacia una luz cegadora.
Una luz que promete abrir las puertas del nuevo paraíso.
Una luz que nos obliga a avanzar sin dejarnos disfrutar del único paraíso posible.
Éste, nuestro Edén.